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Un pueblo cristiano, qué espectáculo

Por: José Luis Restán, Periodista español y miembro del Comité editorial de Páginas Digital. | Publicado: Viernes 30 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.
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"Tú eres Pedro y traes el fuego, no para destruir sino para purificar, traes el terremoto, no para devastar sino para despertar". Con estas palabras recibía el joven cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle, a Francisco en la catedral. Un templo que como quiso recordar su actual titular, ha sido demolido muchas veces, pero se niega a desaparecer. Como si representara la vida del pueblo filipino, que siempre renace con valentía de los golpes gracias a la roca de su fe invencible.

Al viaje del papa Francisco al archipiélago católico de Asia no se le han ahorrado vientos, lluvias, incluso accidentes mortales como el sufrido por una joven voluntaria en Tacloban, epicentro de la región más duramente castigada por el tifón Haiyán. Y quizás lo más imponente haya sido la alegría, la dignidad y la fe de este pueblo cristiano, ante el que Francisco ha reído y ha llorado, apartando más veces que nunca los papeles para hablar de corazón a corazón a sus hijos. "Tú eres Pedro, la piedra sobre la cual Cristo construye su Iglesia", clamó Tagle sin concesiones, Tú eres Pedro que vienes a confirmar a tus hermanos y a tus hermanas en la fe". Y no se podía decir mejor ni con mayor precisión lo que estaba sucediendo.

Confirmar en la fe es la tarea de los sucesores de Pedro, y Francisco se ha entregado a ella con su sensibilidad particular, conectando inmediatamente con los pobres, con los dolientes, con la gente sencilla que no se hace ilusiones sobre lo que aquí solemos llamar "buena fortuna" o "calidad de vida", pero que no pierde jamás la conciencia de su dignidad de hijos de Dios y la expresa sin extraños complejos, en casa, con los vecinos, en la calle. Porque sabe que aunque la vida sea dura es siempre hermosa, porque es vocación, respuesta a la llamada de Uno que la ama, que no la abandona, que la espera. Eso representaba la imagen del Santo Niño en el altar levantado en el Parque Rizal: "Él nos recuerda nuestra identidad más profunda, afirmó Francisco, lo que estamos llamados a ser en tanto que somos familia de Dios".

El Papa que tantas veces nos invita a llorar ha dicho a este pueblo que no tema verter sus lágrimas y mezclarlas con las de Jesús, que nos acompaña en los momentos más difíciles de la vida. "Yo no sé qué decirles", susurró Francisco, dejando a un lado el discurso preparado para el aeropuerto de Tacloban, ante miles de víctimas del tifón: "¡Él sí sabe qué decirles! Tantos de ustedes lo han perdido todo, solamente guardo silencio, los acompaño con mi corazón en silencio... Perdónenme si no tengo otras palabras, pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda, tengan la seguridad de que el amor y la ternura de nuestra Madre no defrauda y, agarrados a ella como hijos, y con la fuerza que nos da Jesús, sigamos adelante".

Las palabras más duras las ha reservado el Papa para la mentira y la corrupción en todos los niveles, y ha advertido con tonos inusualmente duros de la fascinación que pueden ejercer modelos ideológicos contrarios a todo lo que el pueblo cristiano reconoce como sagrado y verdadero. Con un acento de advertencia especial sobre la colonización ideológica que sufre la familia y un significativo homenaje a la valentía y la libertad del beato Pablo VI, cuando contra viento y marea publicó la Humanae Vitae para defender la libertad de los pobres y la verdad del matrimonio y de la familia.

El Papa que tanto ama la "teología del pueblo", la ha tocado son sus propias manos en Filipinas al contemplar cómo la fe, la esperanza y la caridad, tejen la experiencia cotidiana de sus gentes en medio de las alegrías y dolores de cada día. "El pecado es olvidarnos de que somos hijos de Dios", dijo ante más de seis millones de personas en la Misa a campo abierto en el Parque Rizal de Manila. En esto radica su fuerza, en que a diferencia de tantos en nuestros países europeos, ellos se saben hijos.

Por eso Francisco concluyó insistiendo en la necesidad de proteger a la familia: la familia de carne y sangre y la familia de Dios, que es la Iglesia. "Desde ahí, protegiéndose los unos a los otros, a partir de vuestras familias y comunidades, se puede trabajar en la construcción de un mundo de justicia, honradez y paz". Y a nadie le parecía un cuento de hadas sino la verdad pura y simple. Pedro concluía como le es propio, enviando a los católicos de Filipinas a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en todo el mundo. No era voluntarismo. Como había dicho el cardenal Tagle, "nosotros sabemos que Jesús renovará y reconstruirá su Iglesia en Filipinas".

ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS

Apartes del discurso del Santo Padre en Mall of Asia Arena, Manila (16 de enero de 2015).

"Del mismo modo que el don de la sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. Lo mismo que con san José. A san José el regalo de la Sagrada Familia le fue encomendado para que lo llevara adelante, a cada uno de ustedes y de nosotros – porque yo también soy hijo de una familia – nos entregaron el plan de Dios para llevarlo adelante. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño.

Estemos atentos a las nuevas colonizaciones ideológicas. Existen colonizaciones ideológicas que buscan destruir la familia. No nacen del sueño, de la oración, del encuentro con Dios, de la misión que Dios nos da. Vienen de afuera, por eso digo que son colonizaciones. No perdamos la libertad de la misión que Dios nos da, la misión de la familia. Y así como nuestros pueblos en un momento de su historia llegaron a la madurez de decirle 'no' a cualquier colonización política, como familia tenemos que ser muy, muy sagaces, muy hábiles, muy fuertes para decir 'no' a cualquier intento de colonización ideológica sobre la familia. Y pedirle a san José, que es amigo del ángel, que nos mande la inspiración para saber cuándo podemos decir 'sí' y cuándo debemos decir 'no'.

Las dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias  a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares. Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. Éstas son las colonizaciones ideológicas. La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.

Pienso en el beato Pablo VI en un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida de la familia. Él sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su Carta Encíclica era tan misericordioso con los casos particulares. Y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos y comprensivos con los casos particulares. Pero él miró más allá, miró a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia por la privación de los hijos. Pablo VI era valiente, era un buen pastor y alertó a sus ovejas de los lobos que venían. Que desde el cielo nos bendiga esta tarde.

Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85).

El futuro pasa a través de la familia. Así pues, ¡custodiad vuestras familias! ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué gran don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros".

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